(...) luego pediste pasas, las dejaron sobre la mesa, más cerca de mí que de ti. Y la ansiedad hacía que me las llevara una por una a la boca. Y las masticaba. Cómo las odiaba. Y me hablaste de bellas mujeres, de tu millón de amigos, de lo bien que te va. Yo te miraba (o al menos hacía el intento) con cara de Sigmund Freud a punto de emprender un análisis de cada una de tus manías, muecas y palabras. Y mi expresión de asco por saborearlas se mezclaba con aquella que pretendía proyectar interés y desenfado. Pude haberme levantado, burlado, marchado, cualquier ado, pero seguir escuchando y masticando desagradables frutas secas era todo a lo que atinaba. Qué graciosa incómoda situación.
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4 comentarios:
situaciones similares que me hayan ocurrido son incontables... interminables horas elaborando un discurso, centrando los puntos más importantes, cuando al final lo único a lo que atino es a asentir con mi cabeza y dejarme llevar por algo que siento que (no sin razón) ya he escuchado; la ridiculez y la ironía concretizadas y condensadas en una sola situación... pero sí, en retrospectiva suelen ser divertidas aquellas situaciones.
divertidas como las colillas que rebosan un cenicero
A pedido de Edward: "las pasas han sido un objeto significativo dentro de ese encuentro, porque les has conferido una carga emocional sustantiva y deja entrever en cierta forma qué ha pasado antes de!"
Claro que hubiera sido más divertido analizar la situación en un video durante la clase :D
Ronaldo: Tal vez no supe dejarlo claro (tal vez, parte de mí quiso que hubiera libre interpretación), pero lo cierto es que, ahora que re-leo, el personaje no calla porque se siente incapaz, sino porque es parte de su estrategia. Se queja y pierde.
Paolo: Entonces no son divertidas, no?
Lrn: Diste en el CLAVO! jajaja. Sí, toda la descarga emocional se dio sobre las pasas. Te mereces el nuevo cargo de jefa de práctica de Intercultural y lo sabes!
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