sábado, 19 de abril de 2008

Lo que más esperé en los últimos tres meses

Inexplicablemente, me levanté con el mejor humor del mundo. No había llegado siquiera a la mitad de la lectura de Coseriu y sabía que jalaría la práctica de más tarde; había quedado con unos cuantos amigos en la rotonda de la facultad a las 5.30 pm y no me molestó dejar mi segunda prueba del día, la de Teatro Romano, a medias apenas llegó la hora acordada. Agarramos el primer taxi que aceptó ir hasta el Monumental y en el camino fuimos mencionando que canciones eran las que considerábamos las fijas; en realidad, terminamos yendo primero a la casa de Jessica en donde su mamá se había asegurado de mandarnos bien papeados al concierto y había comprado pizza y chela para todos.

Pasadas las ocho, pensamos que ya era tiempo; pese a saber que mis expectativas no deberían ser tan altas, no podía evitar sentir emoción. Al llegar al lugar y ante todo, celulares y cámaras a buen recaudo. Varios revendedores vociferando "compro general, compro general" a los cuatro vientos. El olor a marihuana se iba haciendo más notorio conforme los exteriores de la explanada se iban atestando de gente (de todas las edades, era alucinante ver a gente de la edad de mis viejos medio coqueados, medio ebrios), pero ya me había hecho la idea de que en un concierto de rock ácido, ésta no podría faltar.

La cola no fue larga, al entrar ni me revisaron, rápido empezamos a buscar un buen lugar (con ello me refiero sobretodo a un lugar en el que la hierba no oliera demasiado). Cuando escuché los primeros acordes de Love me two times supe que todo había valido la pena; cantamos, nos dejamos llevar, nos movimos, gritamos, de todo. Juro que intenté no comparar a Brett Scallions con el gran Jim Morrison, pero él se prestaba a ello y por lo tanto, en muchos momentos se me hizo inevitable; el vestuario y varios de sus movimientos eran una fiel copia (en mi opinión); sin embargo, en voz no estuvo tan mal. Las canciones que me hicieron la noche fueron definitivamente Alabama song y when the music's over. Krieger y Manzarek hicieron lo suyo, ambos son para mí unos sex machine (sobretodo cuando Manzarek hizo ese 'pasito', no entienden cuanto lo amé, aunque también me cagué de risa), fue genial tenerlos ahí, ¡estaban ahí!, los mismos de mediados de los sesentas, la misma vibra.

Faltaron varias canciones, hicimos algo así como una alianza con un tipo que no manyábamos para gritar "People are strange" hasta desgañitarnos, pero terminaron tocando light my fire, la viví, pero ¿acaso fui yo la única que la sintió demasiado rápida?, también me dolió un poco que no hicieran la de the crystal ship, pero lo entiendo, solo porque creo que la voz de Scallions no hubiera dado para ella; otra cosa fuera de lo común fue que no tocaron la canción de la gira, exacto, no hicieron riders on the storm.

Ya al final, varios saltaron las vallas, nosotras la picamos apenas vimos a la gente hacerlo, pero no logramos pasarla. No me arrepiento de haber ido a general, pues no era tanto por el show por lo que fuimos, sino por lo instrumental (fue algo que Jessica y yo analizamos mucho antes de decidir en qué zona comprarla); probablemente si hubiera ido a preferencial, sí me hubiera arrepentido y hubiera pensado que mejor hubiera ido a general. Al final, la pasamos paja, fue así como me imaginé que sería (no menos bueno, pero tampoco mucho más). Luego de escribir todo esto, acabo de recordar que la ropa que usé aquel día yace aún en alguna parte de mi cuarto, oliendo a una mezcla de todo tipo de estupefacientes.

Ahora opinen ustedes, ya hay videos en youtube, por cierto.

lunes, 14 de abril de 2008

El dilema de la carrera

Foto tomada por mí. Cámara usada: Canon powershot sd-1000

Que bien se siente hacer la retirada estratégica para luego volver, más relajada y con algunas ideas nuevas en mente. En estos últimos días (ejem, semanas) me la he pasado en la universidad haciendo de todo y la verdad no he tenido mucho tiempo para revisar mis blogs (salvo el fotolog, que es algo así como un vicio oculto).

En realidad, siempre quise estudiar en la PUCP. Aunque cuando me imaginaba parte de ella, no sabía que estudiaría a ciencia cierta; mis opciones mutaban cada cierto número de meses. En mis primeros años de secundaria era economía, creo que sobretodo por influencia de mi padre, más tarde me daría cuenta de que no estoy hecha para ese tipo de trabajo tan poco activo (yo lo siento así), en realidad nunca pensé en sentarme en oficinas o cosas así como en las que se desempeña él (y no es que menosprecie su trabajo, para él es increíble y se siente feliz) quería algo más dinámico que me permita mayor acercamiento a la gente, pero no cómo si ellos fueran solamente una muestra que me permitiera sacar estadísticas, en fin... concluyo, no era para mí. Luego cuando cursaba tercero de secundaria, me interesé en los medios, periodismo parecía la rama perfecta, la verdad sonaba bien, siempre he sido curiosa y por ende, preguntona; pero (otra vez con los peros) para ser periodista en un país como este, en el cual la prensa sensacionalista tiene tanta acogida, la lucha por ser objetiva iba a ser interminable, además los periodistas son muy odiados y por más infantil, inmaduro y hasta engreído que suene, yo no quiero ser odiada; se cree que los trabajos que puede desempeñar un periodista varían entre escribir artículos, ir a narrar lo que sucede en el país en el noticiero matutino del canal de mayor sintonía en el país o hacer esa espectacular investigación sobre discriminación social en Lima, pero lo que muchos no saben es que antes tienes que ser reportero, sí de esos que persiguen a los políticos o al tío violador preguntándoles cosas como "¿usted que opina de la gestión de fulano o de mengano?" o peor aún, "¿Y por qué lo hizo?", y sincerándome un poco, no, no lo haré; además si mal no recuerdo hubo una vez un congresista que pateó a un periodista, muchos fácil lo encontraron irrisorio, pero no me hubiera gustado estar en su lugar para nada. Es curioso como este tipo de nimiedades me iban desanimando poco a poco, hasta que hubo un día en el que no podía concebir como en alguna etapa de mi vida consideré al periodismo como una opción para mí, para mí que soy consciente de que si alguien se atreve a agredirme no lo pensaba dos veces antes de devolverle el agravio (sea del tipo que sea, incluído patadón), importándome un bledo la ética del buen profesional o eso de controlar los impulsos que nunca entendí bien. Luego vino quinto de secundaria, año que crees decisivo en tu vida, porque ya eres bacán y cuando caminas por la calle con tu casaca de prom todos saben que ya no eres tan chibolo y que ya algo eres. Durante ese memorable año, fueron un sinnúmero (exagero, lo sé) de representantes de las diferentes universidades del país y nos repartieron cartillas, yo, aún desorientada, tomé algunas de otras ramas de comunicaciones, ahí rescaté a comunicación audiovisual (que descarté más que de inmediato por varias razones que no vale la pena explicar) y a publicidad. Creía que esa última era la carrera para mí, pues en teoría exigía imaginación, saber trabajar en grupo, buenas ideas, tolerancia y una sarta de cualidades más que no sé si tengo, pero que terminé asumiendo como mías. Eso es lo que pasa cuando tienes 15 y tienes cero de experiencia en la carrera de la vida, te dejas llevar por lo divertido y afín contigo que parece el plan de estudios sin indagar más en otros potenciales intereses o talentos que tengas; sin embargo, no me siento mal, apuesto a que ya varios de mis compañeros del cole deben haber desertado de sus carreras de derecho, arquitectura, ingeniería y administración por darse cuenta de que no tenían madera ni de abogados, ni de arquitectos, ni de ingenieros ni mucho menos de administradores. Sea como fuere, perseveré en la idea de que sería la publicista más feliz del mundo, haría campañas para Coca-Cola y luego seguro los posters de las campañas de Moschino (suena vanal, pero es la verdad, ¿qué querían?), ingresé a la universidad (mi tarjeta de identificación decía Publicidad bien clarito en la esquina izquierda) y seguí pensando igual hasta casi finiquitar mi segunto ciclo.

A eso iba con cómo muchas veces hablamos precipitadamente de lo que queremos ser. Seguí cursos de antropología, de ciencias políticas, de realidad social peruana (tuve el mejor profe, créanme, pese a ser medio gruñón, me encantaba) y caí en la cuenta de que por más entretenido que sonara publicidad, pensar en campañas publicitarias y en hacer estudios de mercado ya no era tan genial como lo creía en mis primeros meses de estudios universitarios en los que defendía a capa y espada que publicidad era mi mejor opción. No es que odiara publicidad (y solo para aclarar algo: no odio, odio es una palabra muy fuerte que a no ser de sufrir una de esas catarsis demoníacas en las que hablas sin pensar antes, nunca digo), sino que descubrí que había mucho más. ¿Cómo podía yo estar pensando únicamente en mí, cuando poco más de la mitad del país no tiene dinero para vivir de una manera holgada? ¿eh? ¿cuando hay muchos jóvenes que no tienen mi misma suerte y tienen que dejar sus estudios para trabajar y recibir sueldos injustos? ¿cuando la exclusión, social, racial, o cualquier tipo de discriminación que les parezca, es pan de cada día? ¿cuando se habla de democracia, pero solo una minoría puede decir que la vive plenamente? No puedo ser indiferente, yo que tengo a un par de padres que está dispuestos a darme una capacitación como la que muchos no reciben, tengo que poner parte de mí, porque si yo, peruana de nacimiento, no hago algo por mi país y su gente, entonces díganme ¿quién? Y, ¿saben qué es lo mejor? que me di cuenta que no soy la única, que hay muchos más que de una forma u otra dejaron ese pensamiento individualista, típico de conductas neoliberales que hasta hoy no traen buenos frutos, y están dispuestos a hacer un cambio.

Mi tendencia por ahora es estudiar comunicación para el desarrollo, es una mezcla de temas de comunicación, con temas de sociología/antropología que me complace como no tienen idea, y por si lo preguntan, yo sí creo que en el poder de los medios para mover multitudes, solo que en este caso no será para que compren determinado producto necesariamente, sino para hacer proyectos de desarrollo social. Quisiera tener la certeza de poder decir "esta es", pero como ya dije, esta vez solo diré que se trata de mi tendencia actual y me aventuraré a añadir que sin duda, estoy más segura que aquella vez en la que dije economía, que la vez en que dije periodismo y que la vez en que dije publicidad.

Por ahora lo único que puedo asegurar, es que cualquiera sea la carrera que elija, esta tendrá un fin social o de lo contrario, no será para mí.