domingo, 25 de abril de 2010

Obreras.

Desde pequeña disfruto desorientando hormiguitas. Las persigo con mis dedos. Éstos avanzan y se contornean, haciendo una mímesis de alguien que camina. Lucen de gigante magnitud al lado del pequeño cuerpo (cabeza, tórax, abdomen) del insecto que corre ya sin rumbo, separado del resto de la manada. En teoría son tan pequeñas y poco perjudiciales, pero a la vez tan insoportablemente distractoras que parece que me retaran a provocarles lo mismo: despistarlas. Las sigo despacio (pero, ¡mira como hasta sueltan el pan!) hasta que recuerdo que ellas se encuentran tan presas del trabajo como yo esta tarde y queda espacio para la compasión. Condenada empatía, siempre anteponiéndote a mis placeres culposos.

jueves, 15 de abril de 2010

Vivre sa vie.


The more one talks, the less the words mean.
Vivimos la vida entre el habla y el silencio. Uno de los mejores diálogos que he escuchado en una película (si es que no, el mejor de todos). La película es de Jean Luc Godard, en castellano se llama Vivir su vida.

- ¿Por qué hay q hablar siempre? Muy a menudo habría q callarse, vivir en silencio. Cuanto más se habla, menos quieren decir las palabras...
--Tal vez, pero... ¿se puede?
- No lo sé.
-- Siempre me impresionó que no se puede vivir sin hablar.
- Sería agradable vivir sin hablar.
-- Sí, sería hermoso, ¿eh? Es como si ya no se amase... Sólo que no es posible.
- Pero, ¿por qué? Las palabras deberían expresar exactamente lo que se quiere decir. ¿Es que nos traicionan?
-- Pero nosotros las traicionamos también. Se debe poder llegar a decir lo q hay q decir, ya que se llega a escribir bien...
-- Piensa: a alguien como Platón. se le puede aún comprender, se le comprende. Sin embargo escribió en griego, hace 2.500 años. Nadie sabe la lengua d aquella época, al menos, no exactamente.
-- Sin embargo, llega algo. Por tanto debe lograr expresarse bien... Y es preciso.

- ¿Y por qué hay q expresarse? ¿Para comprenderse?
-- Hay que pensar, y para pensar hay que hablar. No se piensa d otro modo. Y para comunicar hay que hablar, es la vida humana.
- Sí, pero es muy difícil. Yo pienso q la vida debería ser fácil. Tu historia d "Los Tres Mosqueteros"; quizá sea muy hermosa, pero es terrible.
-- Sí, pero es una indicación. Creo q se aprende a hablar bien sólo cuando se ha renunciado a la vida por un tiempo. Es el precio.
- Entonces, hablar ¿es mortal?
-- Hablar es casi una resurrección con respecto a la vida. Cuando se habla hay otra vida distinta q cuando no se habla. Entonces, para vivir hablando uno debe haber pasado por la muerte d vivir sin hablar.
-- No sé si me explico bien, pero hay una especie de ascesis q te impide hablar bien hasta que se mira la vida con despego.
- Pero la vida d todos los días no se puede vivir con... No sé yo..., con...
-- Con despego. Se oscila, por eso se va del silencio a la palabra. Oscilamos entre ambos porque es el movimiento d la vida. d la vida cotidiana uno se eleva a una vida..., llamémosla superior. Es la vida con el pensamiento. Pero esta vida presupone q se ha matado la vida muy cotidiana, la vida demasiado elemental.
- Entonces, ¿pensar y hablar es lo mismo?
-- ¡Lo creo! Está dicho en Platón; es una vieja idea. Uno no puede distinguir el pensamiento de las palabras que lo expresan. Un momento d pensamiento sólo puede ser captado por las palabras.
- Entonces, ¿hablar es un poco correr el riesgo d mentir?
-- Sí, porque la mentira es uno d los medios d buscarlo. Errores y mentiras son muy parecidos. No hablo d mentiras ordinarias como prometer q vendré mañana, y luego no venga, porq no quise. ¿Comprende?, eso son cosas.
-- Pero la mentira sutil es muy poco diferente d un error. Uno busca y no encuentra
la palabra justa. Por eso le sucedía lo de no saber ya qué decir. Tenía miedo d no encontrar la palabra exacta. Yo creo que es eso...
- ¿Cómo estar seguro d haber encontrado la palabra justa?
-- Bueno, hay que trabajar. Es necesario un esfuerzo. Uno debe decir lo necesario d modo q sea justo, que no hiera, que diga lo que quiere decir, que haga lo que tiene que hacer sin herir y sin hacer daño.
- Hay q tratar d ser d buena fe. Alguien me dijo: "La verdad está en todo, incluso en el error."
-- ¡Es cierto!. Francia no lo vio en el siglo XVII. Se creyó q se podía evitar el error, no sólo la mentira, y q se podía vivir en libertad así directamente. Y no es posible. Por lo tanto Kant, Hegel, la filosofía alemana... son para reconducirnos a la vida. y para saber aceptar que hay que pasar por el error para llegar a la verdad.
- ¿Y qué piensa del amor?
-- Ha bastado que se introduzca el cuerpo. Leibnitz introdujo lo contingente... Las verdades contingentes y las verdades necesarias hacen la vida. La filosofía alemana ha mostrado q en la vida, se piensa con las servidumbres y errores d la vida. Y hay q apañárselas con eso, es cierto.
- ¿No debería ser el amor lo único verdadero?
-- Sí, pero sería necesario q el amor fuese siempre verdadero. ¿Conoce a alguien que sepa inmediatamente lo q ama? No. Cuando se tienen veinte años no se sabe lo q se quiere. Se saben migajas, se agarra uno a su experiencia, se dice: "Me gusta esto". A menudo se mezcla.
-- Pero para constituirse con sólo lo que a uno le gusta, hace falta la madurez. Es precisa la búsqueda. Esa es la verdad de la vida. Por eso el amor es una solución, con la condición de que sea verdadero.

jueves, 8 de abril de 2010

Da sein.

Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra. Pero en verdad, nunca se ha sabido menos qué es el hombre.

Martin Heidegger

miércoles, 7 de abril de 2010

La vida en ska me suena bien.


Buen cover. Los skatalites se hacen una de los beatles.

domingo, 4 de abril de 2010

Volver no debo.

Nada puede remover las coordenadas espacio temporales de mi memoria tanto como la música. Es por ello que nada es menos adecuado que escucharla mientras intento escribir un ensayo para deslumbrar mañana a primera hora. La culpa no la tiene el que una canción me remonte a cierta barahúnda de olores, colores y emociones específicas. El problema es que cuando viajo de tal forma, volver a los papeles desparramados sobre la mesa deja de ser una opción. Me rehúso al presente no porque el pasado haya sido mejor siempre, sino porque mi razón es suficientemente fuerte como para distraerme de escribir durante un domingo de aparente disciplina. Mi motivo me parece suficiente: una canción de esas únicas 60 que oías una y otra vez (los reproductores mp3 hace cuatro años tenían una capacidad más limitada que la de ahora, naturalmente), mientras caminabas luciendo colegiala. Definitivamente, rebelde Nietzsche, sin música, la vida sería un error.

La que escuchaba era ésta, de éstos.
Todavía me suena bien.