Desde pequeña disfruto desorientando hormiguitas. Las persigo con mis dedos. Éstos avanzan y se contornean, haciendo una mímesis de alguien que camina. Lucen de gigante magnitud al lado del pequeño cuerpo (cabeza, tórax, abdomen) del insecto que corre ya sin rumbo, separado del resto de la manada. En teoría son tan pequeñas y poco perjudiciales, pero a la vez tan insoportablemente distractoras que parece que me retaran a provocarles lo mismo: despistarlas. Las sigo despacio (pero, ¡mira como hasta sueltan el pan!) hasta que recuerdo que ellas se encuentran tan presas del trabajo como yo esta tarde y queda espacio para la compasión. Condenada empatía, siempre anteponiéndote a mis placeres culposos.
domingo, 25 de abril de 2010
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4 comentarios:
mierda, cómo desearía tener tu naturalidad y talento para d-escribir...
yo jugaba de pequeño con las hormigas.son de los pocos insectos que mi entomofobia tolera. me gustaba hacerlas caminar por mis manos y luego desplazarlas suavemente con un soplo a su ubicación original. aun ahora disfruto verlas trabajar ordenadamente y sin cesar. como una sociedad utopica.
yo jugaba a matar a la hormiga más gordita, eso hacía qu elas otras se pusieran todas loquitas, qué sadica era...
gracias por los comentarios, por compartir
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