domingo, 13 de septiembre de 2009

Mit dem Bus.

(Foto tomada en Febrero 2009, Berlín como escenario)

Esa mañana iba a visitar a una amiga. Simétricos e inofensivos copos de nieve caían contra la ventana panorámica del segundo piso del autobús mientras éste avanzaba. Sonaban los Fabulosos en mi reproductor. El ritmo de vasos vacíos nunca había contrastado tanto con un paisaje y extrañé sin nostalgia. La sensación era hermosa, sin aires de protesta. Sin dejar de mirar por la ventana, me concentré para entenderla. Era sentirte parte de una comunidad nacional (a millas de la misma) por haber crecido en ella, sin que ello ahuyentara la posibilidad de adaptación y valoración (y hasta incorporación) de nuevas tradiciones. La canción terminó, pero mi mente quedó fija en cuán fascinante era esta última idea de un ente cuya identidad queda, al final de cuentas, construída a base de experiencias múltiples, no limitadas por el hecho de haber nacido en determinado hemisferio del planeta. Un ser cuya identidad no cesa de construirse y que ve en la pureza cultural un imposible (y hasta limitación para la comprensión entre individuos).

3 comentarios:

Paolo dijo...

Somos pues, un cúmulo de identidades... nada innato, sino adquirido y social.


y, por favor, no digas en tu mente "ay soy paolo y hablo de identidades" =)

Aisha dijo...

No te gusta el chongo de "ay soy...", no?. Lo haré más seguido. No, mentira. Pararé (eventualmente).

Paolo dijo...

no, por el contrario me gusta... por eso lo repito.

algo así como un mono con racionalidad o un racional monigote.