Últimamente mis cavilaciones bordean lo absurdo. Como por ejemplo, la otra vez, cuando caí en la cuenta de que dejo de hacer cosas y me pierdo sucesos de los cuáles podría ser espectadora mientras duermo. Me puse a pensar en que tal vez debería dejar de dormir por completo y aprovechar cada vuelta que da el minutero del reloj como me plazca. Dichos acontecimientos podrían ser de lo más increíbles y solo dejaría de hablar sobre ellos en modo subjuntivo en tanto los experimentara por mí misma, pensaba. Luego de una ausencia antojadiza, regresa aquella Raisa racional y re-ordena todo de una vez para que me dé cuenta de algo que sé desde siempre (¿cuán absurdo puede ser sorprenderse por algo que se sabe con antelación?): por más ganas que tenga de aprovechar el tiempo al máximo, más fuerte (y cercano a mi naturaleza) será el deseo de caer en cama después de no haber rozado una por horas. Inmediatamente después, cuando mi parte racional se ha reunificado ya completamente con esa otra que permite que me comporte como una cándida ilusa, me doy cuenta de que también me estoy perdiendo de algo mientras realizo cuestionamientos que no me llevan a ninguna parte y eso me resulta igual de ridículo que el hecho de si quiera haber considerado la posibilidad inhumana de no dormir más.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
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