viernes, 25 de septiembre de 2009

Pendiente.

(Lista de lecturas para leer el fin de semana. Escrita, luego capturada por mí)

Onirismo.

Ojalá olvidara rostros con la facilidad con la que se me escapan nombres. Algunas veces pienso que es tu figura la que se asoma mientras duermo, solo para minutos después, ya despierta, percatarme de que se trataba de una representación de ésta. Es otra de tus 'apariciones' quiméricas. Me sonríes, sueltas una broma fatal y, al fin, me escucho reír. Ya que casi no me veo a mí misma en mis sueños (es como si estuviera circunscrita tras un lente: advierto inmóvil), conservo dicha carcajada como el único gesto manifiesto que garantiza que era yo la que, un momento atrás, se cruzó contigo en otro nivel, uno subconsciente. Abro los ojos y la imagen ya no figura más. No me gusta pensarte, es extenuante mentalmente. Mucho menos me agrada saber que hasta en mi horizonte menos lúcido, te pienso. No es justo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Colgada de la baranda.

(foto tomada por mí, en la línea 9 a la que una vez subí, aunque no me llevara a casa)

Ayer viajé parada desde la Av. Javier Prado hasta la puerta de la universidad en hora punta, ¿en total? noventa y cinco minutos aguantando mi peso y, cuando el micro doblaba o frenaba, el de la gente que estaba en mi misma situación. Ya casi he interiorizado que mis condiciones de transporte permanecerán intactas al menos por los próximos dos años y la verdad es que, una vez enfrentada la realidad, generalmente, dejas de hacerte tantas bolas. Sin embargo, creo que esta vez aparte de la cantidad de tiempo sobre mis pies, influyeron otros factores en mi disconformidad, como el factor música, siempre de gran importancia en mis viajes largos. Hace mucho que no renuevo mi repertorio musical y ya me cansé de escuchar lo mismo en el reproductor (voy a terminar odiando todas mis canciones). Como si fuera poco, ya ni siquiera escuchar radio ayuda: Muse y Depeche mode es casi todo lo que doblenueve pone últimamente y ya me sé de memoria la programación de oxígeno, siempre son las mismas canciones (es casi tan predecible como escuchar mi propia librería musical). Debería haber más gente dispuesta a generar conversación en el transporte público para combatir el aburrimiento, por lo menos hasta que me digne a cargar nuevos tonos en mi reproductor.




(Sí leyeron bien:
ni Muse
ni depeche mode
me vuelven loca).

martes, 22 de septiembre de 2009

Congelar.

Estoy aprendiendo a usar excel. Por años, había negado tercamente su utilidad y hecho de él, el programa más subestimado de mi paquete de Office (¡qué digo solo Office! ¡el más infravalorado de todos mis programas, después de messenger!). Ahora me tocó. Tengo calificada mañana en la noche. No me deseen suerte (no existe).

viernes, 18 de septiembre de 2009

Mudanza.

Me gustaría vivir en el octavo nivel de un edificio por algunos meses, en un piso sin compartimientos y mamparas, que sea más como un iluminado amplio salón. Las paredes serían color crema, poco a poco las iría cubriendo con cuadros, fotos e imágenes, todas emplazadas como se me antoje. El piso sería de madera, entablonado y cada vez que caiga una moneda sobre él sonaría plac seguido por un ecoecoeco. Llevaría conmigo mi actual cama, mas no el colchón (desde hace ya una semana que emite ruidos extraños, como si uno de los resortes estuviera de malas) y la colocaría en la mitad de la habitación. También mi tele y las casi 15 películas que compré y están en lista de espera junto con cinco libros que yo misma elegí para recibir por mi cumpleaños. Cajas vacías que usaría como cajones y pantuflas también resultarían útiles. Qué bonito sería.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El mito de los polos opuestos.

Durante mucho tiempo se ha hecho uso casi paradigmático de la famosa expresión los polos opuestos se atraen. Se le ha dotado de carácter absoluto y, a mi parecer, su imposición como verdad única no es más que una insensatez. O sea, en términos menos moderados (pero muy míos), nicagando. Quien sea que haya creado la dichosa frase, no tuvo en cuenta que no todos buscan lo mismo. Muchas personas podemos comunicarnos con cualquiera, pero específicamente arrimarnos a aquellos con los que nos sentimos más cómodos, no por falta de confianza en uno mismo, sino porque es una tendencia humana natural. Si no respóndanme ¿qué es lo primero que hacemos cuando conocemos a alguien? Preguntarle sobre aquello que le interesa, pues la conversación solo comenzará a fluir con naturalidad cuando encontremos el tema en común, aquel en el que nos sentimos seguros para discutir y que posteriormente sirva de punto de partida para debates más variados. Así, puedo conocer a quien sea y preguntarle por la música que escucha, su película favorita, qué carrera estudia y no coincidir en nada... hasta que de pronto le pregunto por su casa de estudios y Eureka! es la misma que la mía: he encontrado un tema en el cual ambos nos podremos desempeñar con facilidad, para luego solo así poder pasar a lo que algunos llamarían un nivel más profundo, íntimo. Entonces, en mi concepción, sentirse cómodo sería algo así como poder expresarse con seguridad delante de la otra parte. No nos sentimos cómodos con aquello a lo que no somos cercanos (o en todo, caso, nos sentiremos más cómodos siempre con aquello que conocemos) y, somos cercanos, en tanto nos podemos ver en el otro (de la forma que sea, puede ser en lo más mínimo, pero tiene que haber dicho reflejo): tener empatía, dicen algunos. Cuando alguien habla de polos opuestos, se refiere a extremos, a acciones y preferencias diametralmente opuestas. De ambas, creo que las acciones contrarias son las menos llevaderas a largo plazo. La diferencia de las preferencias es más digerible si actuamos bajo la premisa de considerar valiosas las pasiones del otro, así, puede que una parte no se interese por el arte de Duchamp, pero acepte que a otros sí les pueda llamar la atención. Por otra parte, considero que también es llevadero que tengan ideologías diferentes, siempre y cuando partan de un punto en común. Por ejemplo, si ambos tienen cierto interés por política. El hecho de que uno sea liberal y el otro se jacte de conservador podría resultar más interesante y enriquecedor que estar al lado de alguien que, por lo contrario, se considere apolítico y considere a ésta una basura no digna de ser debatida. Sobre las conductas, el debate se torna menos relativo. Así, una persona extrovertida difícilmente buscará a su polo opuesto: alguien introvertido. Simplemente, porque manejan valoraciones muy distintas; mientras uno disfruta de las multitudes, el otro aprecia la soledad y se rodea de solo lo necesario. Ello no podría funcionar, al menos que uno se adapte al otro, el extrovertido tendría que empezar a agarrarle aprecio al misterio característico del otro o el introvertido podría intentar asimilarse a las costumbres del extrovertido. Ello implica que siempre una actitud se impondrá sobre otra, habrá un actuar dominante y este tipo de verticalidad no es sostenible. Igual sucede con las personas en las que prima lo racional: Si bien un constante soñador podría ser considerado como aquel ente complementario, terminaría sacando a la otra parte de quicio tarde o temprano. Para aquellos que apreciamos la estabilidad emocional y no ir dando brincos de aquí a allá, la idea de la pareja dispareja aparece como poco viable y no seductora. No tendemos, a nivel consciente ni subconsciente, encontrar a aquel que se oponga a nosotros al extremo. La frase esta, culpable de tantas caídas, debería ser erradicada porque hace que las personas, obnubiladas por el arraigo que tiene dicha creencia en la sociedad, crean que estar con alguien que se le parezca es aburrido (hasta insípido), lo cual los lleva a desechar la alternativa sin premeditación. Creo que no se trata de ir en busca de la pareja dispareja, que si se dan cuenta, ni siquiera funciona en el cánon hollywoodense, en cuyos filmes siempre un personaje termina adoptando la actitud del otro como imperativo (la chica anti-social adopta una nueva actitud y se convierte en la reina del baile y conquista al capitán del equipo de fútbol americano). Creo que lo primordial va por el camino de reconocer matices hasta encontrar en alguien características que aporten al balance de la relación. Y, sí, pues, todo esto nació porque a mí no me resultan tan atractivos aquellos muchachos que se oponen a mí (ya me di cuenta de que, muy a pesar de mi intimidad, no me es fácil escribir sobre estas cosas de manera impersonal).

domingo, 13 de septiembre de 2009

Mit dem Bus.

(Foto tomada en Febrero 2009, Berlín como escenario)

Esa mañana iba a visitar a una amiga. Simétricos e inofensivos copos de nieve caían contra la ventana panorámica del segundo piso del autobús mientras éste avanzaba. Sonaban los Fabulosos en mi reproductor. El ritmo de vasos vacíos nunca había contrastado tanto con un paisaje y extrañé sin nostalgia. La sensación era hermosa, sin aires de protesta. Sin dejar de mirar por la ventana, me concentré para entenderla. Era sentirte parte de una comunidad nacional (a millas de la misma) por haber crecido en ella, sin que ello ahuyentara la posibilidad de adaptación y valoración (y hasta incorporación) de nuevas tradiciones. La canción terminó, pero mi mente quedó fija en cuán fascinante era esta última idea de un ente cuya identidad queda, al final de cuentas, construída a base de experiencias múltiples, no limitadas por el hecho de haber nacido en determinado hemisferio del planeta. Un ser cuya identidad no cesa de construirse y que ve en la pureza cultural un imposible (y hasta limitación para la comprensión entre individuos).

jueves, 10 de septiembre de 2009

Don Fulanito.

No es que no me guste tener tiempo libre, es que sentirme productiva me gusta más. Por ello, casi a manera de trueque pre-colonial, me ofrecí como voluntaria en un coloquio de mi universidad, pues a cambio podría asistir a las charlas sin pagar un centavo. Una amplia sonrisa, hablar inglés y facilidad para entender acentos me bastaron hoy. Además, mientras guiaba a los asistentes de un auditorio a otro, tenía agradables conversaciones. Después de guiar a unas mujeres argentinas al auditorio de ciencias sociales, vi a una amiga bajar por las escaleras y empezamos a conversar. De pronto vi a un hombre al que le colgaba un carnet de participante del coloquio. Era alto, de lentes y cabello gris (de esos que se nota que han sido guapos cuando bordeaban los treinta, pero ahora inspiran más ternura y admiración que cualquier otra cosa) e iba y venía con unos papeles entre las manos.

Yo: Disculpe... - como no volteaba, pensé que estaba empleando un código equivocado, entonces corregí - Excuse me... do you need any help?
Él: if I need help? (y empezó a hablar castellano), mi nombre es Fulanitodetal (mostrándome bien la ficha que le colgaba del cuello y por la cual deduje al inicio que se trataba de un participante del coloquio)
Yo: Oh, bueno, pero... necesita ayuda?
Él: No, pero me parece increíble que quieras ayudarme. Con qué quieres ayudarme?
Yo: Oh, no, nada, nada. Es que parecía perdido, por eso hablé en inglés.
Él: Ah, bueno! (y nos alejamos)

Tenía que volver a mi rol de voluntaria, así que dije adiós a mi amiga y empecé a caminar muy rápido. Vi de nuevo al señor a quien pretendí ayudar (sin que necesitara mi ayuda ) hace un momento, me sonrió y tuvimos una conversación de segundos que recuerdo así:

Él: Qué haces como voluntaria?
Yo: Bueno, acompaño a la gente a los auditorios, acomodo los papeles con los nombres... (unas personas que se acercaron a saludarlo me interrumpieron, una vez que acabaron continué) y usted? dicta clases en la universidad?
Él: Sí, desde hace 25 años
Yo: En filosofía?
Él: No, en economía
Yo: Vaya! bueno, yo me voy por aquí, chau (e hice adiós agitando la mano)

Acabado mi horario de apoyo, me dirigí al auditorio de derecho en el que (por fin) todos los asistentes se juntan para escuchar una misma charla (usualmente se dan varias en simultáneo, en auditorios distintos). Cuando llegué, el señor economista con el que me había visto un par de veces estaba sentado en el panel, junto a cuatro personajes más. La mujer del medio, una inglesa, lo presentó diciendo and here's Fulanitodetal, who basically doesn't need an introduction, he's running this whole thing. Ala. Era el organizador de todo y además súper conocido en el mundillo de la economía. Con razón se reía mucho cuando notó que yo sabía tanto de él, como él de mí (quiero decir: nada). Para mí las cosas no cambian mucho, le hubiera hablado con la misma naturalidad de haber sabido la recatafila de títulos que se maneja; creo que la cosa iba más por el lado de que él encontraba inaudito que alguien no sepa quién es (ouch, ego).

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ah.

Esta mañana una amiga y yo le hicimos una pregunta al profesor en clase y nos miró con cara de huevadas hablan, no?. Creo que me cae bien.





Nueve del nueve del nueve
(09/09/09),
qué paja.

999.

Siendo nueve del nueve del nueve, me esperaba un día por demás inusual. No lo fue. Creo que no debí haberlo "esperado", debí haber arreglado cosas para que lo fuera. Igual ya no importa, el día ya casi acaba.

martes, 8 de septiembre de 2009

La esperaba.

Hace no más de diez minutos vi a un muchacho esperando a su chica fuera del baño de mujeres. Cargaba un bolso. Uno color rojo chillón de tamaño desmesurado. De tener un novio, pondría a prueba sus cualidades viriles de dicha forma. No sé si por considerarlo necesario, pero al menos válido en estos tiempos en los que darle el beneficio de la duda a los demás parece conveniente. En los que (casi) todo es pantalla y lo que parece, no es. Además, sería divertido, cierto? Eso de que todos lo vean paradito ahí cargando un objeto tan coqueto y se queden mirándolo, como si acaso un hombre no pudiese tener tan buen gusto.




Me aburro.
(Hueco de diez a
11 en la PUCP)

domingo, 6 de septiembre de 2009

Mia Wallace lo dijo.

M: Don't you hate that?
V: What?
M: Uncomfortable silences. Why do we feel it's necessary to yak about bullshit in order to be comfortable?
V: I don't know... that's a good question.
M: That's when you know you've found somebody special: when you can just shut the fuck up for a minute and comfortably enjoy the silence.







(Mia Wallace y Vincent Vega conversan en Pulp Fiction, 1994)

jueves, 3 de septiembre de 2009

Humbug, me gustas.

Humbug (n. )
1. Something intended to deceive; a hoax or fraud.
2. A person who claims to be other than what he or she is; an impostor.
3. Nonsense; rubbish.
4. Pretense; deception.



Decepción no fue la palabra que se me vino a la mente cuando escuché los casi 40 minutos que dura este disco, hace casi un mes. Parecía como si se hubieran planteado algo como "volvamos al underground, arriesguémonos y probemos algo que no hayamos hecho antes" y aquellos fueron los minutos más oscuros que había recibido de los Arctic Monkeys. Humbug no es un disco de fácil digestión, ni lleno de hits medio bailables del estilo Brianstorm o I bet you look good on the dancefloor. No diría que el disco representa una evolución, pues no le estaría haciendo justicia a los discos anteriores que me convirtieron en seguidora de la banda, mucho menos diría que se trata de un retroceso. Es, más bien, un disco de cambios interesantes que vale la pena aplaudir por el hecho de no haberse colgado de aquello que ya conocen y saben que vende, si no más bien de la necesidad de probar con algo distinto que todo artista tiene. El disco comienza con la fuerte batería de My propeller, canción a la cual le sigue Crying lightning, el sencillo más comercialón del disco (el cual no deja de ser excelente). Asimismo, el disco es una joya en tanto lírica, Alex Turner no sabe decepcionarme. La principal evidencia para hablar de su talento como compositor es cornerstone, la cual es una de mis canciones favoritas del álbum junto con pretty visitors.






Me gusta el cambio, ergo me gusta Humbug.
Dénle una oportunidad, si pueden.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Pienso en hue-va-das.

Últimamente mis cavilaciones bordean lo absurdo. Como por ejemplo, la otra vez, cuando caí en la cuenta de que dejo de hacer cosas y me pierdo sucesos de los cuáles podría ser espectadora mientras duermo. Me puse a pensar en que tal vez debería dejar de dormir por completo y aprovechar cada vuelta que da el minutero del reloj como me plazca. Dichos acontecimientos podrían ser de lo más increíbles y solo dejaría de hablar sobre ellos en modo subjuntivo en tanto los experimentara por mí misma, pensaba. Luego de una ausencia antojadiza, regresa aquella Raisa racional y re-ordena todo de una vez para que me dé cuenta de algo que sé desde siempre (¿cuán absurdo puede ser sorprenderse por algo que se sabe con antelación?): por más ganas que tenga de aprovechar el tiempo al máximo, más fuerte (y cercano a mi naturaleza) será el deseo de caer en cama después de no haber rozado una por horas. Inmediatamente después, cuando mi parte racional se ha reunificado ya completamente con esa otra que permite que me comporte como una cándida ilusa, me doy cuenta de que también me estoy perdiendo de algo mientras realizo cuestionamientos que no me llevan a ninguna parte y eso me resulta igual de ridículo que el hecho de si quiera haber considerado la posibilidad inhumana de no dormir más.