viernes, 28 de agosto de 2009

No será un sermón.

Personalidad con tendencia a la adicción es uno de esos conceptos psicológicos para explicar que algunos poseen caracteres más aprehensivos que, de vez en cuando, los llevan a caminar en la cuerda floja en lo que a vicios respecta. Entonces, algunos estamos más propensos que otros a vivir bajo la sombra de nuestros vicios. Aun así, vivimos como podemos, usualmente con el logro de la mayor felicidad posible y avidez por el descubrimiento de lo nuevo en la mira. Así, la curiosidad nos lleva instintivamente por superficies desconocidas, ergo, no confiables del todo. Me gusta apelar a la idea de que tenemos conciencia de lo ignoto como aquello sobre lo cual es válido vacilar y que, entonces, no somos unos idiotas, ni completamente ingenuos cuando nos 'arriesgamos' (solo un tanto experimentales).

Las homilías me son perturbantes, no pretendo escribir algo que encaje en esa definición y me desagrade a tal nivel. A partir de ahora en este texto, no meteré cuestiones clínicas y trataré de hacer el menor número de juicios morales (todo un reto: no existe algo más demandante que ser objetivo). Sin embargo, hay algo que me interesa saber. Comenzaré imaginando que todos nos enteramos hoy de que dicha cercanía al perfil de un obsesivo vicioso nos es inherente... ¿acaso no quedaría un ápice de racionalidad en nosotros para darnos cuenta de lo que significa hartazgo y lo que éste implica? El hartazgo suele conducir a la renuncia completa, aquella en la que la lista de cosas que nos producen sensasiones de goce peligra de ser reducida. ¿La humanidad acaso no debería temer más a convertir aquello que otorga placer en algo que consumirá de forma compulsiva hasta llegar al hartazgo que a las consecuencias mentales/físicas que la adicción misma le produciría?. A mí me gustaría pensar que aún siendo proclives a arrastrar lazos rutinarios y aburridos como los que significan los vicios, somos capaces de dilucidar esto último: No querer reducir la lista, tratar de que, en la medida de lo posible, aquellos antojos (legales, ilegales o lo que sea que diga la norma) que disfrutamos hoy, puedan ser también disfrutados en un lustro o década. ¿Eso de no convertir lo que me gusta en costumbre (viendo la costumbre como aquello falto de emoción) me serviría de ayuda cuando sintiera que me estoy excediendo en el uso/consumo de algo, sea lo que sea ese algo? Yo creo que sí, pero si no, no sería una sorpresa, pues este barullo de premisas no se construyó gracias a métodos cuantitativos/cualitativos de los cuales pueda alardear, sino con ciertas prioridades subjetivas a la base, como por ejemplo el afán por que cada día sea lo más distinto del anterior dentro del margen de lo factible.

3 comentarios:

Paolo dijo...

Does the body rule the mind. Or does the mind rule the body ? I don´t know... Ask me why, and I'll die

Ahora fumo un pucho, he visto una y otra vez las imagenes de los fumadores compulsivos y sus eternas enfermedades que, además de grotescas, son clinicamente atormentantes, pero para mi regocijo el cigarrillo sige incrustado en mis labios.

Aisha dijo...

Cómo es que siempre tienes una canción para todo? 8-)

Paolo dijo...

digamos que ese es un vicio que estoy feliz de hacer costumbre...