Transitaba por el centro como a las ocho; al rededor de la plaza de armas, iba y venía la carroza junto con los caballos que tiraban de ella. A esa hora de la noche siempre me da hambre. No me gusta que el estómago me suene, es una de las cosas que menos me gusta. No es tampoco que me agrade estar llena, solo me refiero a darle el gusto a mi apetito para que el órgano ese no rechine desagradablemente. Entonces, entré al café que ven en la foto. Lucía rústico, pero no hay queja en ello ('rústico' es más mi estilo que glamoroso); se demoraron en atenderme, pero aun con esa deficiencia, me quedé. Luego, mientras esperaba que me trajeran un café y ensalada (con queso, brócoli y choclo, tal y como me gusta), tomé esta foto. Me gustaría ser dueña de un café como este algún día (pero con baños bonitos, eso sí).
miércoles, 7 de enero de 2009
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