lunes, 29 de noviembre de 2010

Michel Foucault sobre las relaciones de poder.

Entrevistador: Parecería que existe una especie de deficiencia en su problematización, a saber, la concepción de una resistencia al poder. La resistencia al poder supone un sujeto muy activo, preocupado de sí y de los otros, un sujeto responsable tanto política como filosóficamente.

Michel Foucault: Esto nos lleva al problema de lo que entiendo por poder. No empleo casi nunca de forma aislada el término poder y, si lo hago alguna vez, es con el fin de abreviar la expresión que utilizo siempre: relaciones de poder. Pero existen esquemas ya establecidos, y así, cuando se habla de poder, la gente piensa inmediatamente en una estructura política, en un gobierno, en una clase social dominante, en el señor frente al esclavo, etc. Pero no es en absoluto en esto en lo que yo pienso cuando hablo de relaciones de poder. Me refiero a que en las relaciones humanas, sean cuales fueren -ya se trate de una comunicación verbal, como la que estamos teniendo ahora, o de relaciones amorosas, institucionales o económicas-, el poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta del otro. Estas relaciones son por lo tanto relaciones que se pueden encontrar en situaciones distintas y bajo diferentes formas; estas relaciones de poder son relaciones móviles, es decir, pueden modificarse, no están determinadas de una vez por todas.

El hecho, por ejemplo, de que yo sea más viejo y de que al inicio de la entrevista usted estuviese un poco intimidado, puede dar un giro, a lo largo de la conversación, y ser yo quien me sienta intimidado ante alguien que, precisamente, es más joven. Las relaciones de poder son por lo tanto móviles, reversibles, inestables. Y es preciso subrayar que no pueden existir relaciones de poder más que en la medida en que los sujetos sean libres. Si uno de los dos estuviese completamente a disposición del otro y se convirtiese en una cosa suya, en un objeto sobre el que se puede ejercer una violencia infinita e ilimitada, no existirían relaciones de poder. Es necesario pues, para que se ejerza una relación de poder, que exista al menos un cierto tipo de libertad por parte de las dos partes. Incluso cuando la relación de poder está completamente desequilibrada, cuando realmente se puede decir que uno tiene todo el poder sobre el otro, el poder no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que le queda a este último la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro. Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que si no existiesen posibilidades de resistencia -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación-, no existirían relaciones de poder. Al ser ésta la forma general que adoptan las relaciones de poder me resisto a responder a la pregunta que a veces me plantean: si el poder está presente, ¿entonces no existe libertad? La respuesta es: si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque existen posibilidades de libertad en todas partes.

No obstante, hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación. En muchos casos, las relaciones de poder son fijas, de tal forma que son perpetuamente disimétricas y que el margen de libertad es extremadamente limitado. Para poner un ejemplo, sin duda muy esquemático, en la estructura conyugal tradicional de la sociedad de los siglos XVIII y XIX, no puede decirse que sólo existía el poder del hombre: la mujer podía hacer toda una serie de cosas: engañarlo, sustraerle con maña dinero, negarse a tener relaciones sexuales. Subsistía sin embargo un estado de dominación, en la medida en que todas estas resistencias constituían un cierto número de astucias que no llegaban nunca a invertir la situación. En los casos de dominación -económica, social, institucional o sexual- el problema es en efecto saber dónde va a formarse la resistencia. ¿Va a formarse, por ejemplo, en una clase obrera que va a resistir a la dominación política -en el sindicato, en el partido-, y bajo qué forma -huelga, huelga general, revolución, lucha parlamentaria-? En una situación de dominación como ésta es necesario responder a todas estas cuestiones de forma específica, en función del tipo y de la forma concreta que adopta en cada caso la dominación. Pero la afirmación: usted ve poder por todas partes; en consecuencia, no existe lugar para la libertad, me parece absolutamente inadecuada. No se me puede atribuir la concepción de que el poder es un sistema de dominación que lo controla todo y que no deja ningún espacio para la libertad.

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Referente:

FORNET-BETANCOURT, Raul, Helmut Becker & Alfredo Gómez-Müller. La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad (entrevista a Michel Foucault realizada el el 20 de enero de 1984). Publicada en: Revista Concordia Nº 6.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Tout est possible, tout est réalisable.

Ya lo saben: Nunca dejemos ese espíritu, amiguitos (hagámosle caso al profe de economía en su día más lúcido).

viernes, 26 de noviembre de 2010

Siempre y cuando haya té con leche...

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Los exámenes finales son de la putamadre.

martes, 23 de noviembre de 2010

Desde los afectos.

Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo
(que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo).

Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.

Que cuesta ser sensible y no herirse,
Que herirse no es desangrarse,
Que para no ser heridos levantamos muros,
Que quien siembra muros no recoge nada,
Que casi todos somos albañiles de muros,
Que sería mejor construir puentes,
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve.

(...)


Mario Benedetti

domingo, 14 de noviembre de 2010

Siempre nos dicen que sepamos escuchar, pero ¿cuando nos escuchamos a nosotros mismos?

-Ei, ei, ei... ¿me estás escuchando?
---Sí.
-Tal vez debí preguntar si me estás entendiendo...
---Bueno, eso sí no.
-Mira, yo no tengo la culpa de ser tan aburrido... si no te gusta estar conmigo, pues dímelo cuanto antes.
---Nada de eso. Tu única culpa es la de asumir que siempre estoy presente.
-¿acaso no debería ser así si estamos compartiendo un mismo espacio y yo hablo sin parar?
---No necesariamente. Pero entiendo a donde quieres llegar. Lo siento. Disculpa mi ausencia.