En la sociedad hay muchos temas de agenda que podrían proceder de haber voluntad; sin embargo, tal vez ninguno aparece tan importante como el del logro de una democracia participativa y representativa, en la cual tanto ciudadanos como partidos políticos sean conscientes de los beneficios para el país que trae consigo asumir la política con responsabilidad. Entre los actores principales, los partidos políticos tienen hoy un largo trabajo a realizar si es que desean perdurar en la esfera pública, pues la suspicacia entre los electores acerca de si su permanencia es aún relevante como campo de acción para el logro del bienestar social se mantiene.
El logro de cierta democracia al interior de los partidos políticos es un primer paso para acceder a un sistema igual de democrático en su totalidad, pues solo con organizaciones con prácticas igualitarias podría aspirarse al logro de mayor transparencia y a la recuperación de credibilidad por parte de los partidos políticos. Un partido podrá ser considerado democrático en tanto garantice la libertad de expresión, se respete al principio de mayoría y se dé un proceso inclusivo de toma de decisiones (Freidenberg 2005). Dichos principios pueden verse materializados en la aprobación de leyes en ciertos países en las cuales se pide a los partidos realizar elecciones internas para elegir a los candidatos a cargos de representación que impida el acaparamiento de poder por una sola cúpula. É sta es una decisión muy importante que se debe dar en conjunto; puesto que la persona que salga elegida lleva en sus manos la responsabilidad de ser representante de toda la organización ante el electorado.
Aún con todo lo mencionado en el párrafo anterior no se ha alcanzado a enumerar todas las variables que manifiestan una condición necesaria para democratizar los partidos. Una muy importante es la del financiamiento equitativo. Éste se refiere a aquel apoyo público y privado que reciben los partidos políticos para poder efectuar sus campañas electorales. Las opciones de recaudación de fondos son diversas, siendo las más usuales aquellos ingresos procedentes de miembros del partido y pequeños donantes (financiamiento base), de instituciones (financiamiento plutocrático), de fondos públicos (subsidio estatal). Asimismo, existen subsidios en especie y apoyos indirectos como por ejemplo el préstamo de salas para reuniones, mobiliarios, computadoras, servicios telefónicos y de transporte (Nassmacher y Koole 2003).
Debido a que aún se carece de transparencia en el manejo de dinero político en muchos países, existe un monitoreo de éste (Nassmacher y Koole 2003). Así, aparecen límites al gasto y a las donaciones percibidas, para evitar que éstas al ser, en muchos casos, demasiado generosas impliquen la presencia de intenciones que no apelen a intereses comunitarios, sino individuales y así faciliten la aparición de una cadena de favores políticos que privilegie a pocos y perpetúe el poder político monopólico. Es por ello que lo más conveniente es que una agencia se encargue de la recibir y evaluar el balance de cuentas (gastos e ingresos) presentado por cada partido político.
Hoy podemos sentir que la democracia está en venta. El dinero manda en la política y la financiación política pasa a ser un mecanismo de influencia (Castells 2009). Mientras mayor sea la inversión de dinero en la campaña, habrá más posibilidades de ganar las elecciones, pues habrá mayor oportunidad de hacer una campaña electoral de mayor alcance. Es por ello que empresarios e individuos interesados en pertenecer a la esfera pública colaboran con el partido con seguridad de que más tarde recibirán un cargo burocrático como pago de favor. El electorado es consciente de dichas preferencias y cadenas de pago y como consecuencia, pierde confianza en el partido por considerarlo envuelto en corrupción.
Definitivamente, hacer una campaña que incluya material audiovisual tiene un precio mucho más alto que seguir un esquema tradicional de propaganda. Actualmente, nos encontramos en la era de lo visual y la imagen y, naturalmente, los electores le dan mayor importancia a la información obtenida de los medios de comunicación y de su entorno cercano (por ejemplo, grupo de amistades y familia) y es gracias a ello que hoy aparece con más frecuencia el concepto de política mediática, puesto que es principalmente a través de los medios como la sociedad se informa. Sin embargo, dicha información se suele encontrar cargada de mensajes que propician el escándalo y se centran en la imagen personal del candidato antes que en el partido que lo acoge (personalismo).
Esta serie de conductas ha conducido a la pérdida de legitimidad de los partidos políticos, pues éstos son asociados con las conductas negativas y vidas escandalosas de sus representantes. Luego, la sociedad no los considera aptos ni con iniciativa de tomar decisiones a favor del bienestar de la sociedad en su conjunto (Castells 2009). Esperemos que haya un resurgimiento de la voluntad política que no permita que la sociedad se acostumbre a la corrupción e inequidad y podamos así seguir adelante en la lucha por un mundo con menores brechas entre ciudadanos.
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Bibliografía
CASTELLS, Manuel
“Programando las redes de comunicación: política mediática, política del escándalo y crisis e la democracia”, en: Comunicación y Poder. Madrid: Alianza Editorial 2009.
FREIDENBERG, Flavia
“Mucho ruido y pocas nueces: organizaciones partidistas y democracia interna en América Latina”, en POLIS 2005, Vol. 1 n 1
NASSMACHER, Karl- Heinz y Rudd Koole
“Europa Continental”, en Zovatto, Daniel (coord. et. al.). Dinero y contienda político electoral: reto de la democracia, México: Fondo de Cultura Económica, 2003.